El Madrugador y María
¡A ti te suplico, Yahvé!
Por la mañana[1] escuchas mi voz, por la mañana me preparo para ti y quedo a la espera (Sal 5, 4) |
Dios, tú mi Dios, por ti madrugo,
mi ser tiene sed de ti, por ti languidece mi cuerpo, como erial agotado, sin agua.
Así como te veía en el santuario,
contemplando tu fuerza y tu gloria -pues tu amor es mejor que la vida, por eso mis labios te alaban- (Sal 62, 2-4) |
Cada madrugada,
mientras nos dirigimos al lugar del Encuentro con Jesús, en la oración, con
nuestros hermanos, en el compartir fraterno, tenemos la silente presencia de
María, la Madre de Jesús, quien y desde la cruz, nos la dio como madre nuestra.
No es por
casualidad que Ella esté con nosotros, es así como surgió la Iglesia, con los
discípulos reunidos en torno a María: Todos
ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía… de María
la madre de Jesús y de sus hermanos (Hch 1, 14).
Si volvemos la
mirada a esa escena, los apóstoles aún no tenían claro lo que iban a hacer y
cómo iban a proceder, como nosotros y entonces es que la oración constante es
la herramienta eficaz para descubrir lo que el buen Padre Dios quiere para cada
uno y si esa oración la hacemos de madrugada, como también la hacía Jesús, será
una oración fecunda.
No sabemos que
hacer… y surge la presencia maternal de María, en medio de nuestra necesidad,
de nuestras dudas, de nuestras carencias, y con solicitud amorosa nos dice Haced lo que Él os diga (Jn 2, 5); y
Ella siempre estará con nosotros, ayudándonos a hacer lo que Jesús nos diga, ya
que “María, de acuerdo al plan salvífico de Dios, es por oficio la Compañera y
Colaboradora esponsal permanente de Cristo en toda la obra de la redención”[2].
Así podemos
sostener que NO HAY MADRUGADA SIN MARIA, porque desde siempre Dios la pensó con
nosotros, colaborando con Cristo Jesús y, por lo mismo, con plena confianza
podemos dirigirnos a Ella y con Ella a Cristo, para que en nosotros se haga
siempre la voluntad de Dios.
De ahí
entonces, que es nuestro deber no sólo hacernos acompañar de María, sino
adentrarnos en su misterio:
·
¿Quién es esta joven embarazada que corre
presurosa a asistir a su prima Isabel?
·
¿Quién es esta Madre de Dolores según la
profecía del anciano Simeón?
·
¿Quién es esta Mujer vestida de sol que nos
presenta el Apocalipsis que aplasta la cabeza del dragón?
Conozcámosla,
amémosla y tendremos con toda seguridad, una gran aliada en nuestro camino
hacia el Padre Dios.
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